TÍTULO ORIGINAL: Age of Iron (1990)
AUTOR: J.M. Coetzee
PAÍS: Sudáfrica
EDITORIAL: Mondadori (2002)
TRADUCCIÓN: Javier Calvo
TRADUCCIÓN: Javier Calvo
RESEÑA: Novela narrada en forma de carta que escribe la señora Curren, una profesora de latín que está muriendo de cáncer, a su hija, quien se ha trasladado a vivir a América, huyendo del régimen sudafricano que tanto desprecia. La señora Curren confía dicha carta a Vercueil, un vagabundo alcohólico que vive al lado de su casa, entre un montón de cartones y con un perro. Entre ellos se ha establecido una relación muy especial, en la que la desesperanza y el sufrimiento conforman sus lazos de unión, el cuidado que se dedican será la salvación de ambos. La carta que escribe la señora Curren a su hija explica muy bien cuál es la situación que se vive en su país bajo el régimen del apartheid, consciente y asustada ante una época terrible; una edad de hierro en la que la violencia y la lucha se justifican de un modo irracional.
BIOGRAFÍA: John Maxwell Coetzee (Sudafrica, 1940). Nació en Ciudad de

OPINIÓN: Maravillosamente escrito. Novela tristísima pero con una carga tremeda de humanidad.
....Ayer, al final de ese callejón, me encontré una casa hecha de cajas de cartón y plásticos con un hombre encogido dentro, un hombre al que ya había visto por las calles: alto, delgado, con la piel curtida por la intemperie y unos colmillos largos y cariados, vestido con un traje gris holgado y un sombrero de ala caída...
...El desfile de políticos todas las noches: solamente tengo que ver esas caras toscas e inexpresivas, tan familiares desde la infancia, para sentir abatimiento y náuseas. Los matones de la última fila de pupitres de la clase, chavales torpes y huesudos, ya crecidos y ascendidos para gobernar la tierra. Con sus padres y sus madres, con sus tías y tíos, con sus hermanos y hermanas: una horda de langostas, una plaga de langostas negras infestando el país, masticando sin cesar, devorando vidas. ¿Por qué los sigo mirando, si me llenan de horror y de asco? ¿Por qué dejo que entren en la casa? ¿Tal vez porque el reinado de la familia de langostas es la verdad de Suráfrica, y la verdad es lo que me pone enferma? Ya no se molestan en arrogarse legitimidad. Se han sacudido de encima la razón. Lo que los absorbe es el poder y el estupor del poder. Comer y beber, masticar vidas, eructar. El parloteo lento y con la barriga llena. Sentados en círculo, debatiendo pesadamente, emitiendo decretos como mazazos: muerte, muerte, muerte. Sin preocuparse por el hedor. Párpados pesados, ojos porcinos, iluminados por la astucia de generaciones de campesinos. Conspirando los unos contra los otros: lentas conspiraciones de campesinos que tardan décadas en madurar. Los nuevos africanos, hombres barrigones y de mejillas colgantes sentados en sillas de oficina: reyes Cetewayo y Dingaan con pieles blancas. Enormes testículos de toro apretados contra sus mujeres y sus hijos, apretando hasta que les quitan toda la chispa. Ya no queda ninguna chispa en sus propios corazones. Corazones lentos, pesados como morcillas.