lunes, 7 de julio de 2008

CÓMO EL SOLDADO REPARA EL GRAMÓFONO

TÍTULO ORIGINAL: Wie der Soldat das Grammofon repariert. (2006)
AUTOR: Saša Stanišic.
PAÍS: Bosnia-Herzegovina.
EDITORIAL: alfaguara.
TRADUCCIÓN: Richard Gross.

RESEÑA: «Stanišić cuenta la guerra desde la perspectiva de un niño en Visegrado, y utiliza sabiamente todas las combinaciones posibles del drama y el humor, del destino y el juego, del realismo y lo grotesco.» Stern
Aleksandar, el protagonista de este libro, vive en la pequeña ciudad bosnia de Visegrado, tiene doce años, una imaginación desbordante y una varita de mago: elementos suficientes, en su opinión, para decidir el curso de los acontecimientos.
Cuando la guerra llega a Visegrado, él y su familia emprenden la huida. Desterrado en un país de Occidente, su pasión fabuladora adquiere una importancia vital, ya que le permite ubicarse en ese extraño lugar que es Alemania, elaborar una patria mediante la palabra y evitar así la pérdida de todos sus recuerdos.
Con una prosa mágica y luminosa, Saša Stanišić logra, basándose en su propia biografía, una novela conmovedora en su aparente ingenuidad y capaz de transmitirnos a través de sus exuberantes historias y su ironía la necesidad de reconciliarse con un pasado excepcional.

BIOGRAFÍA: Saša Stanišić nació en la extinta Yugoslavia, en Visegrado, ciudad que ahora pertenece a Bosnia-Herzegovina, en 1978, de madre bosnia y padre serbio. En esta ciudad a orillas del Drina y su viejo puente medieval transcurrió toda su infancia. Poco después de estallar la guerra de los Balcanes, en 1992, Stanišić huyó a Alemania con su familia. En 1998 sus padres emigraron a Estados Unidos, pero él permaneció en Heidelberg, donde completó sus estudios de Filología Alemana y Eslava. Posteriormente, continuó su formación e impartió clases en Estados Unidos. Desde 2004 compagina la escritura con su doctorado en Literatura Dramática y Nuevos Medios en el Deutsches Literaturinstitut de Leipzig. Ha obtenido numerosos premios y becas, entre ellos el Premio de los Lectores en el certamen Ingeborg Bachmann de 2005, y en la actualidad es escritor residente en la Universidad de Graz en Austria. Con su primera novela, Cómo el soldado repara el gramófono, traducida a veinte idiomas, fue finalista del Premio Alemán del Libro 2006.



OPINIÓN: Me gustó el estilo, el tema... Muy dramático el capítulo "A lo que se juega detrás de los pies de Dios, para lo que Kiko se reserva el cigarro, dónde está Hollywood, y cómo el ratón Mickey aprende a contestar".

Capítulo 1
Lo que una parada cardíaca tarda en correr cien metros, cuánto pesa una vida de araña, por qué mi tristón escribe al río cruel, y las mañas de mago que se da el camarada jefe de lo inacabado.

El abuelo Slavko me medía la cabeza con la cuerda de tender de la abuela, me estaba haciendo un sombrero de mago, un sombrero picudo de cartulina, y me dijo: en realidad, yo todavía soy demasiado joven para estas tonterías y tú, demasiado viejo.
Me estaba haciendo un sombrero de mago con estrellas amarillas y azules que arrastraban colas en azul y amarillo, mientras yo tijereteaba una hoz de luna y dos cohetes triangulares, uno tripulado por Gagarin, otro por el abuelo Slavko.
Abuelo, ¡con ese sombrero no iré a ninguna parte!
¡Eso espero!
En la mañana del día en cuya noche murió, el abuelo Slavko me talló una varita mágica a partir de una rama y dijo: en el sombrero y en la varita se esconde un poder mágico; si llevas el sombrero y agitas la varita, serás el mago de atributos más poderoso de los países no alineados. Podrás revolucionar muchas cosas, siempre y cuando lo hagas conforme a las ideas de Tito y en consonancia con los estatutos de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia.
Yo dudaba de la magia, pero no dudaba de mi abuelo. El don más precioso es el de la invención; la mayor riqueza, la de la fantasía. Recuérdalo, Aleksandar, dijo el abuelo seriamente cuando me puso el sombrero, recuérdalo siempre e imagínate este mundo más bello. Y me entregó la varita. Yo ya no dudaba de nada.
Acostumbra la gente a ponerse triste de vez en cuando a causa de los muertos. En nuestra familia esto sucede cuando se juntan el domingo, la lluvia, el café y la abuela Katarina. Entonces la abuela bebe a sorbitos de su taza favorita, la blanca con el asa agrietada, llora y recuerda a todos los muertos y las buenas cosas que hicieron antes de que la muerte se cruzara en su camino. Hoy la familia y los amigos han venido a casa de la abuela porque estamos recordando al abuelo Slavko, muerto desde hace dos días con carácter provisional y hasta que yo encuentre mi varita mágica y mi sombrero.
Los familiares que aún no han muerto son mamá, papá y los hermanos de éste: el tío Bora y el tío Miki. La abuela Fatima, madre de mi madre, se conserva bien, sólo se le han muerto el oído y la lengua, porque está sorda como un cañón y muda como la nieve que cae. Al menos eso dicen. La que tampoco ha muerto es la tía Gordana, esposa del tío Bora y mujer en estado de buena esperanza. A la tía Gordana, una isla rubia en el negro océano capilar de nuestra familia, todos la llaman Tifón, porque vive con una vivacidad cuatro veces mayor que las personas normales, anda ocho veces más rápido y habla catorce veces más aceleradamente. Incluso la distancia entre la taza del váter y el lavabo la cubre con un esprint, y en la caja del almacén hace la cuenta antes de que la cajera toque la primera tecla.

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