TÍTULO ORIGINAL: Le Bal. (1930)
AUTOR: Irène Némirovsky.
AUTOR: Irène Némirovsky.
PAÍS:Francia.
EDITORIAL: Salamandra (2006)
TRADUCCIÓN: Gema Moral Bartolomé.
TRADUCCIÓN: Gema Moral Bartolomé.
RESEÑA: A partir de la vida de los Kamp, una familia de origen judío en el París de los años 20 la autora hace una crítica mordaz y demoledora sobre las falsas apariencias en las que goza instalarse ese sector de la sociedad hoy conocido como ‘nuevos ricos’. La protagonista es una adolescente de 14 años que sin apenas darse cuenta pasó de vivir míseramente a instalarse en la más opulenta riqueza. Su padre, un antiguo botones del banco de París, consiguió un genial golpe de suerte en la Bolsa y de repente se encontró con una inmensa fortuna.
Rosine, madre de Antoinette, es el personaje más burdo de esta pequeña historia. Para dar el salto definitivo a la alta sociedad organiza un baile con doscientas invitados a los que sólo conoce de referencias. A pesar de la insistencia de Antoinette, su madre no le permite asistir a la fiesta y ésta gesta una venganza que arruinará las pretensiones de su despreciable progenitora, una madre que nunca le mostró el más mínimo gesto de cariño.
Rosine, madre de Antoinette, es el personaje más burdo de esta pequeña historia. Para dar el salto definitivo a la alta sociedad organiza un baile con doscientas invitados a los que sólo conoce de referencias. A pesar de la insistencia de Antoinette, su madre no le permite asistir a la fiesta y ésta gesta una venganza que arruinará las pretensiones de su despreciable progenitora, una madre que nunca le mostró el más mínimo gesto de cariño.
OPINIÓN: Es un relato encantador con una gran fuerza de sentimientos. Entretenido y apasionante.
El comienzo: La señora Kampf entró en la sala de estudios y cerró la puerta con tal brusquedad que la araña de cristal tintineó con un leve y puro sonido de cascabel, todos sus colgantes agitados por la corriente de aire. Pero Antoinette no dejó de leer, tan encorvada sobre su pupitre que sus cabellos tocaban las páginas. Su madre la contempló unos instantes sin hablar, antes de plantarse delante de ella con los brazos cruzados.
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