miércoles, 2 de abril de 2008

EL SOÑADOR

TÍTULO ORIGINAL: Marzyciel (1910)
AUTOR: Wladyslaw Reymont
PAÍS: Polonia
EDITORIAL: Ediciones La otra orilla. Editorial Belacqua. (2008)
TRADUCCIÓN: Pilar Gil Cánovas
DISEÑO: Jorge Martínez
IMAGEN DE CUBIERTA: Retrato Leopold Zborowski-Modigliani
RESEÑA: Los trenes pasaban trepidantes; temblaban las paredes y retumbaban las ventanas; la oscuridad iba penetrando en el cuarto, una oscuridad parda, lúgubre, gélida, y Josio seguía fantaseando erráticamente por lejanos países, por mares inabarcables, por ciudades magníficas y prodigios inefables. Josio trabaja como vendedor de billetes en una estación de tren de provincias y, como de costumbre, permanece ante la ventanilla absorto en esta labor monótona y cotidiana: escucha las demandas, alcanza los billetes desde un estrecho compartimiento, los sella, los entrega, recoge el dinero y devuelve el cambio. Y lo hace rápida y aplomadamente, con una gran parquedad de movimientos, como un autómata, mientras, ahogado por el traqueteo de los trenes, consigue olvidarse paulatinamente de sí mismo y construye castillos en el aire. Su principal sueño: viajar, tiene que viajar. No siempre ha sido vendedor de billetes. Estos son los pilares sobre los que Reymont construye esta magnífica novela en la que este Premio Nobel polaco, de estirpe naturalista, alcanza con gran maestría a dotar, una vez más, a su novela de un escenario más simbólico que histórico y nos permite disfrutar de una verdadera delicia de la literatura centroeuropea.


BIOGRAFÍA: Escritor polaco nacido el 7 de mayo de 1867. Temprano abandonó la casa paterna y partió para Varsovia, donde aprendió la profesión de sastre. Durante los años 1884-1887 con el nombre artístico de Urbanski, recorrió el país con un elenco de teatro ambulante. Las impresiones de esta experiencia las incluyó en su novela La Comediante. Probó varias ocupaciones y hasta intentó una vida monástica como fraile, antes de trasladarse de nuevo a Varsovia para dedicarse plenamente a su carrera literaria. La experiencia que acumuló visitando grandes ciudades industrializadas como Lódz, Berlín, Bruselas y Londres encontraron el reflejo en su excelente novela La Tierra Prometida (1899), que ofrece una imagen de violento y descontrolado crecimiento de una ciudad monstruo, una selva humana en la que rigen las leyes de la cruel lucha por sobrevivir. Su siguiente novela Los campesinos (1909), una extensa novela épica en la que narra un año de la vida de un pequeño pueblo polaco, le llevó a ganar el Premio Nobel de Literatura, y está considerada la mejor novela rural en Polonia y la crítica internacional llegó incluso a compararla con La Iliada de Homero. La obra de Reymont refleja los tiempos en que le tocó vivir y en que Europa era un hervidero, una guerra mundial, la recuperación de la independencia por Polonia, revoluciones, cambios sociales, nuevas ideologías y descubrimientos científicos. En 1920 el escritor, ya una personalidad reconocida y con fama internacional, adquirió una pequeña propiedad Kolakzkowo (hoy Museo del escritor) donde pensaba crear un centro de actividades culturales y literarias, plan que se vio interrumpido por su muerte acaecida en 1925.

OPINIÓN: Depresión, descontento, añoranza de otros lugares, de otra vida, de otro tiempo. El robo, problemas de conciencia, el miedo a ser descubierto.
Todas estas sensaciones son transmitidas con una gran maestría.


[...] Su exasperación crecía por momentos, se sentía enfermo y terriblemente desdichado. Le temblaban las manos, tropezaba con los muebles, se equivocaba al entregar los cambios, no comprendía lo que le decían y a veces ni siquiera los oía. Se movía en un estado de seminconsciencia. Y por si fuera poco el trasiego de la estación aumentaba hora a hora; cada vez entraban más trenes y cada vez más pasajeros se aglomeraban en los andenes y las salas de espera. [...] Entre las amargas cavilaciones sobre sí mismo y el sonido ahogado de los trenes, volvió a rendirse poco a poco a la realidad y a abismarse en su océano de viejos deseos no cumplidos, de ilusiones de nostalgia de aquella otra, que en esos momentos carecía de nombre y de figura, e incluso de contornos, de aquella que tal vez nunca existiría en parte alguna del mundo. Un anhelo infinito de una vida distinta, rica, y de un amor grande y poderoso. [...]

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